viernes, mayo 26

¿Siempre se puede ser más grande?

Siempre se puede ser más grande era la leyenda de una publicidad que utilizaba la imagen de Schumacher. Por aquel entonces, 97 o 98, Schumi era simplemente un joven bicampeón mundial y no lo que es ahora (el más grande piloto según la historia). A mí, esa consigna me causaba mucha gracia -yo siempre había creído en Schumacher- y, siendo yo una persona muy poco ambiciosa en términos convencionales, lo adopté secretamente como clave para seguir la carrera del piloto. O sea, para leerla en plan Juan Salvador Gaviota.

Ayer escuché el disco nuevo del Cuarteto de Knox. No voy a hablar mucho del disco, porque todavía no es algo popular (ni me fijé en el e-mule) y porque me fue dado con otras intenciones que las de cumplir con un posteo mensual para la empresa Motoraway. Pero pasa que desde hace casi un año tengo atragantadas algunas cositas sobre las que -me atajo- sigue siendo la mejor banda de rock uruguayo, si no la única. Ahora me acuerdo de que iba a hacer un post a propósito de la serie de shows que dieron en el Plaza y el Moviecenter, e incluso había escaneado la entrada del Movie para ilustrar el post. Una vez más, me he boludeado.

¿Puede el Cuarteto, siendo gigante, ser más grande aún? Ellos, o gente con mucha influencia sobre ellos, piensa que sí. O tal vez, piensa, como yo, que el Cuarteto es grande, pero sólo hace falta que todo el mundo se de cuenta. Y que para que todos se den cuenta hay que hacer las cosas que todos toman en cuenta.

La estandarización de Cuarteto no es una sorpresa. Hace ya dos años que empezaron a mostrar sus temas con arreglos "rockeros", proceso que culminó en la regrabación de un disco de grandes hits. A mí ese disco no me gustó. No por la selección de temas, que era muy buena, sino justamente por culpa de la producción, que era la supuesta llave que iba a abrir las puertas del megaestrellato rioplatense que se le cierran al Cuarteto pero se la abren a cualquier cantante de fogón (definición prestada) con fe en sus propias ambiciones. Las versiones viejas, gracias a sus defectos, eran el producto auténtico de una banda irónica. Las nuevas, esterilizadas, estaban bien para alguien que mira el ecualizador a la hora de levantar el pulgar, pero no para alguien que puede distinguir cuando el intérprete tiene ganas de tocar o no. Yo, con alguna música, como el rock, puedo.

El concepto de "producción" como sinónimo de "profesionalización" del Cuarteto no se limitó al disco de hits, sino a los espectáculos que mencioné arriba. Perfectamente organizados, prolijamente ejecutados, comercialmente aprobados. Y sigue ahora con la publicación de este disco con temas nuevos que suenan tan bien como las regrabaciones de sus temas viejos.

Ahora, ¿qué pasó en esos recitales, qué pasó con esos arreglos? A mí no me ayudaron en nada a disfrutar del show de la banda. Me parecía que no eran parte del show, sino concesiones, estorbos cuya molestia a veces me pareció registrar en la actitud de los músicos. Lo único bueno de la estructura estandarizada de aquellos espectáculos fue que, como parte de la moda pilsenera consiste en arrimar invitados al escenario, el Cuarteto incurrió en el procedimiento, pero involuntariamente humilló a la mayoría de sus invitados, tipos que no tenían la más mínima empatía con la esencia de la banda y/o demostraron limitaciones vocales tristísimas. De todos modos, el asunto caminó, la empresa facturó y el Cuarteto volvió a existir, brevemente, para los medios.

Acá viene lo de siempre se puede ser más grande. Como lema personal, es peligroso, pero puede ser simpático. No es simpático como descripción de un comportamiento generalizado. Una empresa no puede ser más grande: debe serlo, so riesgo de perecer en nuestro querido sistema. Lo que yo me pregunto es: ¿por qué la carrera de un conjunto artístico tiene súbitamente que parecerse a la de una empresa capitalista? Respuesta fácil: la plata está ahí, es el momento de currar, no dejemos que la tortuga se escape. Yo no creo que esa sea la única respuesta. Creo que hay gente que ha aceptado, y gente que trabaja para que otros acepten, la traslación de la lógica empresarial a la lógica artística. Cada disco tiene que ser mejor, cada recital más grande. Cuando mejor y más grande significan sólo más prolijo y más rentable. Lo que me molesta, claro, es lo de más prolijo. Prolijo está cerca de esterilizado, y esterilizado de estéril.

A mí me gustaba lo desprolijo y lo idiosincrático del Cuarteto, y en eso me parecía que residía una de los pocos sostenes de una posible orientalidad positiva y digna. El Cuarteto, antes, no se tomaba muy en serio a sí mismo y había hecho una trayectoria increíble con esa cabeza. El tema El Putón del Barrio, por ejemplo: una parodia a lo que a principios de los 90 se llamaba marcha, pero también un experimento juguetón con los programas berretas que creaban ese tipo de música. ¿Había necesidad de regrabarlo como una banda uruguayo-mexicana de 1997, con guitarras y gritando? Eso es un retroceso, no sólo en nombre de la estandarización, es una mutilación artística. Eso en cuanto a reversiones. Ahora, componer desde ahí... bien, ese no era el tema.

Yo también, en algún sentido, creo que aquellos recitales y esa movida le salieron bien al Cuarteto. Pero salieron bien a pesar de la movida misma: salieron bien porque el Cuarteto profundo es tan grande que aguanta cualquier estandarización, cualquier vulgarización. Por eso, porque adoro su esencia, le deseo lo mejor, siempre, al Cuarteto, con esto y con lo que sea. Porque, si como parece ser, la plata es la medida de todas las cosas, entonces en este mundo el Cuarteto merece ser millonario. Pero hay otros mundos. Y además, no siempre se puede ser más grande: ahí está Schumi, ganando sólo una de cada tres carreras.

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